martes, 29 de mayo de 2012

Hola lectores!!

Hola chicos y chicas!
Lo primero, al ver que todos estáis de exámenes (como yo), desearos suerte y daros muchos ánimos, que estamos casi en junio!
Lo segundo, y ahora tiene relación con Scarlet, el fin de semana pasado estuve escribiendo y pensé que me daría tiempo a colgar otro capítulo esta semana, incluso dos, pero hoy, estudiando, me he dado cuenta de lo bonito que es soñar... Pensaba que el finde que viene (2 y 3 de junio) podría colgar  más capítulos peeero..... el deber llama y hay que estudiar.
Y ya me despido, deseándoos suerte de nuevo y con la cabeza llena de nuevos capítulos.
Un beso :)
PD: Aquí una servidora (yo), quiere afiliar blogs y no tiene ni idea (la inexperta). ¿Sería algún o alguna sectero o sectera tan amable como para dejarme un comentario con las instrucciones? se lo agradecería eternamente.
PD2: Tuve la intención de colgar fotos de los personajes pero basándome en experiencias propias he decidido no hacerlo, dado que yo prefiero imaginármelos por mi misma. Puede que más adelante ponga alguna pero no espereis que lo haga.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Capítulo 4


La Décima Secta. Había oído rumores sobre ella pero más que rumores eran pequeñas bromas entre las sectas que nadie se  había llegado a plantear seriamente. La Décima Secta. El impacto fue tal que apenas llegué a articular palabra. La Décima Secta. No era posible, no era real que Alexander perteneciera a ella. A la Décima Secta. Ya era raro encontrarse con alguien que no pertenecía a una pero por un momento pensé que él podría ser mi excepción. La excepción a mi horrible destino. La Décima Secta.
-¿Scarlet?- dijo su ronca voz. De pronto habíamos enmudecido los dos, hasta que él se atrevió a hablar.
-Estoy bien, estoy bien…-susurré esperando que me oyera.
-Lo siento, no debería habértelo soltado tan de repente. Me pareció que al estar destinada a ser la siguiente superiora de la Secta Sangrienta sabrías algo.-comentó como si quisiera excusarse. Como si yo hubiera hecho un bizcocho y él se lo hubiera comido antes de yo terminarlo. Me enfadé muchísimo.
-¡Yo no estoy destinada a nada! ¡No tienes derecho a hablar sobre mi destino!- exploté.
-Lo sé, lo sé. Lo siento. También quería hablar de eso contigo.
-¡No hay nada que hablar!- grité. No me gustaba ni que Abigail, que pertenecía a otra secta, la secta Byrel, mencionara mi futuro. El futuro que yo estaba dispuesta a esquivar a toda costa.-Vamos a lo importante, ¿la Décima Secta? Tengo entendido que solo hay nueve. ¿La Décima Secta?
-Eh… Sí, bueno… -igual que yo, no estaba cómodo con aquel tema. Pero alguien o algo le obligaba a seguir con ello. Y yo me decantaba por alguien.
-Sigue.-me había recuperado un poco del golpe y volví a alzar mi muro.
-Siempre ha habido una décima secta. Somos como el gobierno de las demás, y estamos ocultos a ellas del mismo modo que ellas están ocultas a los Ignorantes.-Así es como llamaban las sectas y sus integrantes a los humanos que no conocían su existencia.-Mi madre es la superiora de esta secta y solo yo, y ahora tú, lo sabemos.
-¿Por qué se oculta?-pregunté extrañada. Normalmente, ser superior de una secta era como ser el rey de un país. Un gran honor. Salvo para mí, que estaba destinado a convertirse en un infierno.
-Bueno, ella es una integrante más del Alto Consejo pero nadie sabe que en realidad es la superiora. Se oculta por los ataques de los demás miembros del Consejo para conseguir el puesto. Si no saben a quién atacar  no atacan, tan simple como eso.-concluyó con una sonrisa.
-¿Y dónde entro yo en todo esto? Y sobre todo, ¿por qué me revelas el secreto de tu madre?
-Bueno, quiero que confíes en mí, al principio no era parte del plan. La cuestión es que el Consejo se ha enterado de que la Secta Sangrienta está convencida de que tú eres la reencarnación de su diosa y que está dispuesta a todo para conseguirte. Pero la Décima Secta no está tan convencida. Y por eso me han enviado, para ayudarte y protegerte.
-Pues no sé si os habíais enterado, pero tengo una guardia de los sangrientos siguiéndome las veinticuatro horas por mi protección.-le comenté con cierta chulería.
-Estupideces, solo está ahí para evitar que intentes fugarte y perderte de vista, pero si alguien te diera una paliza no creo que moviera un dedo hasta que estés a punto de palmarla.
-Ah, que agradable oír eso. Yo pensaba que lo único bueno de todo esto era la protección. Veo que me equivocaba, no hay nada bueno en todo esto.-dije más afligida de lo que me habría gustado.
            Habíamos terminado de comer y yo ni reparé en ello. Hasta me lo tuvo que decir él. Pedí otra Coca-Cola y le dije a la muñequita que se olvidara del pastel de chocolate pero me dijo que ya estaba listo y a punto de traerlo así que Alexander se lo comió. Pagó con extrema rapidez y me fijé en la cantidad de tarjetas de crédito que tenía. También había muchos billetes en su cartera, y la foto de una niña pequeña pelirroja.
 Andamos hasta su reluciente, espectacular y negro coche y, como antes, me abrió la puerta. Esta vez no hizo ningún comentario sarcástico y lo eché en falta. Había aprendido a desenvolverme mejor con la gente sarcástica que con la amable.
            Llevábamos medio camino hecho y ninguno había pronunciado palabra en todo el trayecto. Me fijé en que se desviaba, pero en aquel momento no me importó. Que hiciera lo que quisiera, yo me entregaba a él. Como si me quería llevar a la sede de la Décima Secta para diseccionarme y averiguar si yo era realmente quien pretendían que fuera.
            Paró a un lado de la carretera pero no le di importancia. Hasta que habló.
-No soporto esto ni un minuto más. Di algo. Algo. No puedes quedarte callada y seguir haciendo como si nada hubiera ocurrido. Acabas de descubrir uno de los secretos más antiguos de la humanidad y ni siquiera te inmutas. Habla, por favor.-terminó aquella intervención más que como tal, como un ruego.
            Tenía el pelo alborotado y el sol le reflejaba en las pestañas. Estas iluminaban sus enormes ojos y en aquel momento me rendí. Mandé todo a la mierda. Mandé a la mierda las sectas, a la diosa y todo aquello que tuviera relación con ellas. A todo menos a Alexander.
            Así que en un acto de locura y de puro impulso me fui acercando y le besé. Le besé, no me besó el. No, le besé. Me habían besado muchas veces pero yo nunca había besado. Y descubrí lo maravilloso que puede ser que te devuelvan un beso.
            Me sorprendió la rapidez con la que sus manos buscaron mi cintura y también me sorprendió que yo no hiciera nada por evitarlo. Realmente, este beso era el mejor de mi vida. Yo amoldé mis manos a su pelo con una facilidad asombrosa y me di cuenta del escalofrío de placer que le recorrió cuando empecé a acariciar la parte posterior de su cuello. Me lo devolvió metiendo las manos bajo mi blusa y recorriéndome la espalda con sus largos dedos.
            Habríamos seguido, y solo la diosa sabe que habría ocurrido, si yo no hubiera recuperado el sentido común y parado aquella muestra de afecto.
-No, no pares.-murmuró él en mi oreja, produciendo una gran satisfacción a todos y cada uno de los nervios de mi cuerpo.
-Vamos a parar Alexander.-le dije. Y, creedme, me costó horrores.
            Se fue separando lentamente de mí y cuando ya nos habíamos vuelto a sentar correctamente le miré de reojo. ¡No era posible! Estaba aún más guapo que cuando le había besado. Me entraron ganas, y no sabéis lo que me costó frenarlas, de besarle de nuevo. Pero si algo bueno me caracteriza es mi mente fría y mi rostro impasible .Así que cuando nos pusimos en ruta de nuevo yo llevaba otra vez la máscara de chica dura.
-Ha sido increíble Scarlet.-me dijo emocionado.
-Lo sé Alexander, lo sé.
-Cuando te dije que me dijeras algo no me refería a esto pero que sepas que no me ha disgustado nada.- Seguía emocionado.
-A ver Alexander, que quede clara una cosa. En unos meses tengo un ritual de la Secta Sangrienta. La diosa de su secta es incapaz de amar, solo quiere lujuria y sexo. Por tanto, no vamos a empezar a salir.
-¿Qué tiene eso que ver con que no podamos salir?- preguntó confuso.
-Pues eso, que yo no soy la diosa. Y si ven que amo a alguien ellos también lo creerán. Me acusarán de farsante y terminaré muerta en uno de sus rituales de alabanza a la diosa que un día pretendieron que fuera. O algo peor.
-Ni hablar Scarlet, recuerda que estoy aquí para protegerte.- replicó convencido.
-Alexander, no puedes luchar contra millones de personas. ¿Pretendes deslumbrarlos con tu sonrisa o agitar tus pestañas hasta que mueran? Porque puestos a eso yo me pongo a menear las caderas y a guiñarles el ojo.-comenté intentando enfriar la conversación. Pero conseguí lo contrario.
-Oye Scarlet, recuerda que hay una secta al otro lado. La Décima Secta. Y que soy el niño mimado de su superiora. Así que decidido, mañana te paso a recoger a las ocho.
            Este tío me exasperaba. ¿Quién se creía que era? ¿Alguna especie de rey Arturo moderno? De repente se me ocurrió algo.
-Pero Alexander, ¿y Abigail?-pregunté fingiendo pena.
-Que le jodan a Abigail. Si tú hubieras salido con mi mejor amigo no te preguntaría acerca de él. Yo te gusto y tú me gustas. Puede que no estemos destinados a tener un romance de novela del siglo dieciocho pero somos jóvenes. No permitas que todo  esto de las sectas te amargue la adolescencia.
            Joder. Joder, joder, joder. Además de guapo, era razonable. Y además de razonable besaba bien. Muy bien. Y decidí hacer como cuando le besé. Mandar todo a la mierda. ¡Tenía razón! Si las demás chicas podían salir con sus novios, ¿por qué yo no? ¿Por qué era la supuesta reencarnación de una diosa? ¡NO!
-Tienes razón Alexander, pero tendré que hablar con Abi y que me cuente todo lo vuestro. No quiero hacerle daño después de lo de ese tío loco de la secta.
-Esté bien. Pero recuerda que aún me tienes que contar toda su historia y tenemos que averiguar que quería realmente. Y recuerda también que mañana hemos quedado a las ocho.
            Dijo eso porque estábamos llegando al colegio. Solo había unos quince minutos del restaurante al colegio pero había sido el viaje más aprovechado de mi vida. Cuando vi aparecer las torres del Regina’s College me alegré bastante. No quería separarme de Alexander tan pronto pero había pasado tanto y tan rápido en aquellas dos horas…
            Le di un rápido beso en la mejilla derecha y salí disparada hacia el colegio, quería hablar con Abi lo antes posible. De repente me acordé de que se me había olvidado preguntarle algo a Alexander y repetí la carrerita hacia su sitio en el aparcamiento. Grité su nombre y cuando se giró me acerqué unos metros más.
-¿Te has tirado a Abi?- le pregunté. Quizá no fuera lo primero que se pregunta a un chico cobre su ex novia pero yo no soy normal.
-Perdí la cuenta querida, perdí la cuenta.- Y sonrió como si le fuera la vida en ello.
            Cuando volvía corriendo al edificio pensé: ‘Mi Alexander ha vuelto, y con él, su sarcasmo’


viernes, 11 de mayo de 2012

Capítulo 3


Y, efectivamente, me llevó al Cielo. Un restaurante del centro de la ciudad que se llama Cielo. No lo conocía pero cuando entramos observé a la gente que comía allí. Eran más bien pocos y todos ellos vestían considerablemente bien, aunque no era uno de esos restaurantes en los que te cobran hasta por entrar. Así que supuse queAlexander me había llevado allí, no con la intención de impresionarme con sudinero, si no para cautivarme con su personalidad. Y no me gustaba.
            Nos acercamos a la que parecía serla maître. Era una mujer pequeña y rubia, no muy guapa, más bien mona.Alexander le dijo que tenía una reserva a mi nombre y ella nos condujo a unamesa para dos que estaba situada al lado de la ventana y nos dejó las cartas.Espera, ¿reserva a mi nombre?
-¿Porqué has reservado con mi nombre?
-Porquesabía que aceptarías.-dijo a la vez que esbozaba una sonrisa.
Mierda, ahí estaba otra vez lasonrisa. Me prometí a mi misma que dejaría de mirarle cada vez que sonriese. Élpensaría que me daba vergüenza o algo ridículo pero me resultaba indiferente,yo solo quería dejar de ver la sonrisa.
-¿Qué quieres Scarlet?-Yo había estado mirando la carta y me decidí al momento.
-Raviolis rellenos de pollo al curry con salsa alfredo
-Buena elección. Yo pediré lo mismo.
-No quiero que pidas lo mismo que yo.-dije claramente irritada.
-Lo sé.
Cabrón, pensé.
-¿Qué desean?- nos preguntó la rubita de antes. Si que parecía una muñeca.
-Dosplatos de raviolis y, ¿qué quieres beber?
-Coca-cola.-contesté.Soy adicta a la Coca-Cola. Me gustaría que la inventasen en formatointravenoso, para inyectármela en vena. O para esnifarla. La cuestión es quesiempre bebo Coca-Cola.
-Dos  Coca-Colas por favor.
-¿Algomás?
-Un trozo de pastel de chocolate.-odio el pastel de chocolate. A ver, me gusta elchocolate y el pastel pero todo junto me da arcadas. Aunque sea el mejor delmundo. Solo lo pedí para fastidiarle.
-Enseguida.
            La muñeca se fue y me quedé conAlexander. Era jodidamente guapo. Lo odié por ser tan guapo. Esto va a sonarabsolutamente egocéntrico, pero es verdad. Yo también soy jodidamente guapa. Escierto.   La verdad es que nos parecemosbastante. Somos morenos, ojos grandes, el los tiene marrones y yo un pocoverdosos, y somos altos. Podríamos ser hermanos.
-¿Cómohas llegado a ser delegada durante tantos años?-preguntó despertándome de mispensamientos.
            Mesorprendió que se interesara por eso. Y me gustó que se interesara por eso. Erauna buena pregunta.
-Puesser capitana de las animadoras ayuda un poco. Ser guapa, lista y estar buenatambién. Pero con eso solo te ganas los votos de algunos chicos y lasanimadoras. Lo que me ha mantenido en el trono tanto tiempo ha sido mi relacióncon los profesores. Solo yo sé desafiarlos y retarlos respetuosamente para que a los alumnos nos den lo mejor. Soloyo. Y eso es lo que la gente quiere.
-Vaya,hablas como una auténtica delegada.
-Lacostumbre.
            Él no contestó y se creó un incómodomomento de silencio. Me estaba mirando y por eso decidí hacerme la distraída yfijarme mejor en aquel restaurante. La ventana cerca de la que estábamos eraenorme y se veía un bonito palacio desde ella. Yo conocía ese palacio pero laúltima vez que vine no estaba este sitio en frente. Volviendo al restaurante,este tenía dos pisos y nosotros estábamos en el primero. Observé que el segundopiso parecía un prostíbulo porque tenía unas gruesas cortinas de terciopelorojo cubriendo la hermosa vista de la ventana. También había una luz roja quevenía de algún punto que no logré ver. No había nadie en aquel segundo pisopese a estar lleno de mesas.
-¡Scarlet!-gritóalguien. Gritó Alexander.
-¿Qué?
-¡Tehe preguntado si te gusta el mar!-me respondió algo irritado. Con ese gesto enla cara se le formaban unas arrugas muy graciosas cerca de la oreja.
-Am…-dijesin saber que responder. Me gustaba el mar pero no la playa, y eso fue lo quele dije.
-Megusta el mar, pero no la playa.
-Oye,Scarlet tengo que pedirte algo.-me dijó mientras se rascaba el cuello,incómodo.
-Suelta.-contestésin mucha amabilidad. A saber que me iba a pedir este…
-Essobre Abigail.-Vaya, me imaginaba todo menos eso. Aunque es normal, dado que seconocieron antes que yo.-Verás… este verano hemos ido juntos a un campamento y…-asíque era verdad. Bueno, una cosa menos de lo que preocuparme, pensé.-Y, en fin,salimos juntos durante unas semanas.-murmuró rápidamente. No puede ser, penséyo. Mi chico moreno de ojos enormes y pestañas infinitas, sin contar su perfilgriego y su sonrisa divina, había salido con Abigail! En fin, tuve que calmarmey dije:
-¿Y?
-Y…cortamos porque ella decía nosequé de que un ex novio suyo le perseguía yestaba celoso. Me ofrecí a hablar con el chico para que la dejara en paz perose negó rotundamente murmurando algo sobre una secta. Lo que te quería pedir esque me dijeras algo, si lo sabes, sobre ese tío.-desconecté al oír la palabrasecta.
 Las sectas, las sectas eran lo que me habíapasado durante el verano, las sectas eran lo que me hacía montarme en loscoches de tíos prácticamente desconocidos, y, las sectas eran lo que me hacíamentir a mis amigas. Os contaré.
El verano pasado, justo antes determinar el curso, como ya os he contado, Abigail tuvo un problema con sunovio. Él le intentó pegar. Esa es la versión oficial, la que Abi y yocontamos. La verdad era que ese tío pertenecía a una secta. Una de las nuevesectas que existen en el mundo. Las hay de todo tipo, son como grandesmultinacionales y la gran mayoría de la gente pertenece a una. Yo no tenía nila más mínima idea de su existencia hasta que me enteré de que una secta, lasecta sangrienta, la más horrible y cruel de todas, buscaba a una tal Scarlet Waltsen, la que, según sus profecías, era la reencarnación de la Diosa Escarlata. Claro, y yo me tenía que llamar Scarlet. No me podía llamar María o Lucy, no, Scarlet.
Ese novio de Abi, era, y es, una especie de vicepresidente de la secta, lo cual es extraño según me han dicho. Es extraño ya que por lo que he oído no se llega a ‘vicepresidente’ hasta una cierta edad, muy por encima de la de su ex novio, que no pasaba de losveintitrés.
¿Y por qué me permito hacer esetipo de locuras? Porque hay una guardia de la secta las veinticuatro horasvelando por mi seguridad. Y a la menor señal de alarma salta para proteger a sudiosa. Pero ya os contaré más conforme avance la historia.
Y en eso estaba yo pensando cuandovi que la muñequita se acercaba llevando dos vasos y dos platos en una bandejacon una gran habilidad. Cuando llegó a la mesa nos dijo:
-Aquítenéis chicos.-sonrió.- Dos platos de raviolis y dos Coca-Colas. ¡Qué aproveche!
-Gracias.-susurré yo.
            Parecía que Alexander se estabatomando mi silencio como una reflexión a sus palabras porque no me interrumpióhasta que vió que yo no parecía tener intención en contestarle.
-Scarlet,¿contestas?
-Si.-dije.Habría dicho lo mismo si me llega a preguntar por el tiempo
-Scarlet,sé lo de las sectas. Sé que pretenden que seas su superiora. Sé que negarse ala secta sangrienta tiene sus consecuencias. Y sé que yo pertenezco a la décimasecta.